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Los voceadores y canillitas de Cuenca siguen de pie

Hasta hace no mucho tiempo, por los barrios de Cuenca andaban los voceadores, esos famosos personajes cuya voz era característica. Estos personajes nombraban un periódico, y enseguida las gentes, los lectores, los que estaban interesados en las noticias se asomaban por la ventana, por la puerta o se detenían en las aceras o calles de tierra para comprar uno.

Con los cambios de épocas, con la transición de lo físico a lo digital, poco a poco los voceadores han desaparecido. Son casi nulos las personas que andan por las calles vendiendo el periódico mientras avisan, con su voz gruesa, con un grito que puede llegar a respingar, qué es lo que tienen.

Entre esos poquísimos personajes está Nelson Carchipulla. Con su característica gorra, con su mano izquierda que carga una funda con periódicos, va de un lado al otro por los alrededores del parque Calderón.

En la mano derecha sostiene uno de los ejemplares que muestra mientras camina, esa es otra estrategia, esa es la alternativa a vocear, a gritar, a decir que tiene el periódico. Y, mientras sigue y avisa que tiene la edición del día, pasa junto a sus colegas, los canillitas que todavía tiene Cuenca.

De pie

Desde hace 65 años Zoila Guambaña vende periódicos en la ciudad. Todavía recuerda cómo eran esos días del siglo pasado en los que se levantaba cuando aún no amanecía para ir con su madre a recoger el periódico y luego pasar por las iglesias.

“Los domingos y los días festivos nos levantábamos a las cuatro de la mañana. Había mucha gente que iba a misa, entonces nosotros les esperábamos afuera de la iglesia para venderles el periódico”, dijo Zoila.

Cuando no había días de celebración ni domingo de misa, madre e hija estaban ya de pie a las cinco de la mañana para comprar el periódico y venderlo en la intersección de las calles Bolívar y Padre Aguirre.

Pero esos días han pasado. Ya no es como antes, recordaba Zoila, una de las canillitas más antiguas de Cuenca. Aun así, ella ha resistido al tiempo y todavía, todos los días, coloca su banquito y una mesita en donde reposan los periódicos que lentamente se venden mientras transcurre la mañana.

Sucesor

Si doña Zoila dejase de vender, lo más probable es que ese espacio que ha ocupado más de medio siglo quede tristemente vacío. Lo contrario ha sucedido con la familia de Benigno Paz, quien vende periódicos desde hace un poco más de cincuenta años en los bajos de la casa que habitó Hortensia Mata.

Cerca de una de las esquinas de las calles Luis Cordero y Bolívar, Benigno ha dejado a su hijo el negocio que forjó, en principio, solo con unos pocos periódicos. Después llegarían las revistas, las golosinas, los libros usados y los cómics.

“Cuando empecé sí se gritaban las noticias, se avisaba a la gente, se mostraban las portadas de los periódicos y se vendían, y luego he ido vendiendo otras cositas”, dijo Benigno.

Hasta antes de la pandemia, don Benigno solía atender el negocio que es visto por miles de transeúntes. Pero ahora llega de vez en cuando para acompañar a su hijo porque el tiempo no ha pasado en vano: don Benigno tiene 82 años.

Fuente: El Mercurio