María Pérez, de 46 años, estuvo ayer en la Unidad de Servicios Renales del Austro (UNIREAS). La paciente, derivada del hospital Vicente Corral Moscoso, tiene insuficiencia renal, enfermedad que adquirió a los 37 años debido a la presión alta.
Mientras espera sentada su turno, cuenta que acude a las sesiones de hemodiálisis tres veces a la semana. Cada una dura cuatro horas. “Vivo en Paute, por lo que vengo a Cuenca pasando un día para purificarme la sangre…Es un procedimiento muy duro, la presión se me baja cuando estoy por terminar mi tratamiento, siento angustia, desesperación…”, detalla.
A María no le importa viajar dos horas de ida y dos de vuelta para realizarse este tratamiento. Asegura que cualquier esfuerzo vale la pena para disfrutar cada día de su familia, especialmente de su última hija menor que cumplió seis años, a quien la tuvo mientras asistía a los tratamientos.
Como María, decenas de pacientes reciben atención gratuita tras ser derivados de la Red Pública Integral de Salud a UNIREAS, a la que el gobierno adeuda pagos por la prestación de servicios externos de diálisis.
Por esa razón, la madre de familia confiesa que siente miedo de que ya no pueda recibir atención médica.
Para Giovanni Sandoval, vicepresidente del colectivo Somos Ecuador, que da asesoría tributaria a ecuatorianos en EE.UU., los “coyotes pintan una realidad que es una completa mentira…”.
Señaló que los niños corren alto riesgo en su paso por la frontera porque generalmente no caminan por el desierto sino que son camuflados en compartimentos de vehículos para pasar por los controles.
“Una de las estrategias que usan los coyoteros es dejar a los niños cerca de donde están las patrullas de frontera, para que sean detenidos y luego les den la oportunidad de quedarse aquí en este país…”, mencionó.
Pero no siempre ocurre así, pues Sandoval conoce de niños ecuatorianos que han sido deportados al Ecuador porque sus representantes adultos no justificaron sus argumentos para pedir asilo.
Fuente: DMC
