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La Superliga, el muñeco maldito

Es posiblemente la noticia más conmocionante de la historia del fútbol y, como tal, desató un terremoto mediático: la creación de la Superliga Europea, un torneo de élite para un minúsculo grupo de clubes gigantes que crean su propia Liga de Campeones, ignorando la regencia de la UEFA, pero pretendiendo seguir dentro del sistema, y eso es imposible. Doce clubes patearon el tablero y, al negar la autoridad de la Unión Europea de Fútbol, sacan automáticamente sus pies del plato. Es el mayor alzamiento en 117 años de existencia de fútbol asociado de la FIFA. Son Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid, Juventus, Inter, Milan, Manchester United, Liverpool, Chelsea, Manchester City, Arsenal y Tottenham.

Aunque todos saben que la Superliga es un bebé con dos padres: Real Madrid y la Juventus, a través de sus presidentes Florentino Pérez y Andrea Agnelli. Una criatura engendrada mucho antes de la pandemia, pues ya lo venían barruntando. Ellos convencieron y arrastraron a los otros mediante un señor al que nadie le da vuelta la cara: Don Dinero. ‘La guerra de los ricos’, tituló en su portada del martes L’Equipe. El tsunami comenzó al aparecer en forma de comunicado oficial en la página de internet del Real Madrid, firmado por su titular, informando que acababa de nacer el nuevo torneo, dando precisiones técnicas y del espíritu que lo creaba. Una suerte de NBA del fútbol. La cifra que repartirá la nueva competición a este círculo de opulentos es 7.500 millones de euros, financiados por el banco JP Morgan, de Estados Unidos, entidad que confirmó oficialmente su apoyo financiero.

A partir de allí, decenas de movimientos se registraron y miles de voces se alzaron. Por alguna que tímidamente se atrevió a defender la Superliga, la inmensa mayoría la condenó. La nota del Real Madrid pierde cualquier viso de seriedad al mencionar que el nuevo torneo permitirá que haya “más solidaridad” en el fútbol, cuando justamente doce millonarios se unen para ser aún más millonarios y abandonar el barco con una multitud adentro: los miles de clubes chicos que ofician de actores de reparto o de extras para configurar un torneo que luego ganará el Real Madrid o la Juventus o el Manchester United. Alguien con un mínimo de sentido común debió prevenirlos: “Pongan cualquier argumento, pero no usen la palabra solidaridad”. Es que no existe nada más cerrado, codicioso e insolidario que esta Superliga que repartirá miles de millones de euros entre un puñado de poderosos.

Fuente: El Universo